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La DA es una condición inflamatoria crónica de la piel, caracterizada por prurito intenso y un curso creciente y decreciente. Esta condición se presenta con mayor frecuencia en la infancia y puede persistir, de una forma u otra, a lo largo de edad adulta. La causa exacta de DA es desconocida, pero probablemente refleja una interacción entre factores genéticos y ambientales. El tratamiento puede ser muy efectivo para aliviar los síntomas pero solo sirve para controlar la enfermedad, no para curarla. Una terapia apropiada también puede prevenir complicaciones significativas, como infección, alteración del sueño, problemas de comportamiento y problemas de crecimiento (2). La prevalencia de DA ha aumentado marcadamente en los Estados Unidos durante las últimas 5 décadas, con informes actuales que varían de 10% a 20% de prevalencia en niños estadounidenses, los nuevos diagnósticos se estiman en casi 11% por año. La investigación reciente en fisiopatología y patogénesis de DA ha demostrado que esta condición se asocia con la disfunción de la barrera epidérmica, y que las mutaciones en el gen de la filigrana están implicadas en los defectos de barrera. Estos descubrimientos son prometedores para futuros avances en el diagnóstico y manejo de la DA (3). En Colombia, en un seguimiento realizado a 5780 individuos durante un año se determinó una prevalencia estimada de DA del 14%, mientras que la prevalencia de DA diagnosticada por el médico fue del 6%, lo que evidencia una alta prevalencia de la enfermedad y un subdiagnóstico de esta. Además, se observó una mínima variación entre las ciudades estudiadas o por grupo de edad, pero la tendencia es más frecuente en mujeres (1). Establecer el diagnóstico adecuado, incrementar el uso de las alternativas terapéuticas disponibles y lograr un uso adecuado y eficiente requiere de la disponibilidad e implementación de recomendaciones basadas en la mejor evidencia disponible, que contemplen intervenciones diagnósticas y terapéuticas, eficaces para el manejo de esta enfermedad. Ante la identificación de este panorama, la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica – AsoColDerma, el Centro dermatológico Federico Lleras Acosta y el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud (IETS), realizaron un proceso sistemático para generar recomendaciones basadas en la evidencia, que orienten el diagnóstico y tratamiento de la dermatitis atópica, con el propósito de disminuir la variabilidad en la práctica clínica.
El acné es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta, principalmente, adolescentes y adultos jóvenes. Se calcula que antes de los 21 años entre el 80 y el 90% de esta población ha estado expuesta a la enfermedad. Sin embargo, el acné puede persistir después de los 21 años y se sabe que 12% de las mujeres mayores de 25 años aún sufren de acné facial. El arsenal terapéutico para el acné consta de medicamentos tópicos y sistémicos que han demostrado su eficacia en la reducción de las lesiones. El mecanismo de acción de estos medicamentos está orientado, al menos, a uno de los cuatro factores fisiopatológicos reconocidos como responsables de la formación de las lesiones del acné, a saber: trastornos de la queratinización, hipersecreción sebácea, proliferación de Propionibacterium acnes o actividad inflamatoria in situ. La elección del tratamiento apropiado depende de varios factores, como la forma clínica de la enfermedad (de retención o inflamatoria), la gravedad de la misma y la respuesta del paciente a tratamientos previos. Asimismo, y entendiendo al acné como una enfermedad de carácter crónico, el tratamiento debe incluir una fase inicial con el objetivo de lograr una mayor reducción de la extensión y gravedad de las lesiones, y una fase de mantenimiento orientada a la prevención de las recaídas o exacerbaciones. Además, el resultado del tratamiento depende del cumplimiento del mismo y para lograrlo, es fundamental una adecuada relación médico-paciente. Este documento presenta el resultado de una revisión actualizada de la literatura, que incluye guías nacionales e internacionales para el manejo del acné y formula recomendaciones terapéuticas basadas en el mejor nivel de “evidencia” que se encontró. Su implementación permitirá la unificación de criterios con el objetivo de ofrecer un mejor manejo a los pacientes con la enfermedad, evitando así sus secuelas físicas y emocionales. Por otro lado, las guías presentan un marco científico y conceptual con la suficiente validez para su inclusión en los protocolos del plan obligatorio de salud.
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La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que se caracteriza por la proliferación exagerada de queratinocitos como respuesta a la activación del sistema inmunitario por medio de linfocitos T en regiones cutáneas focales (1, 2). Se estima que, en el mundo, esta enfermedad afecta entre el 2 % y el 3 % de la población, con mayor incidencia en los países nórdicos y menor en los ecuatoriales. En Colombia, si bien no se cuentan con datos de prevalencia poblacional, estudios han estimado prevalencias del 3 % entre los pacientes que consultan por dermatología (3).
Por presentar un patrón de recaída y remisión, una evolución prolongada, una manifestación con brotes agudos o de inicio insidioso y por tener una alto impacto psicológico y social, esta enfermedad cumple los criterios para definirla como una enfermedad crónica (4). Por tanto, se hace indispensable ofrecer a los profesionales de la salud un documento basado en la evidencia, que pueda ser un referente para el manejo integral de estos pacientes.
Colombia, a través del Ministerio de Salud y Protección Social (MSPS), ha liderado la elaboración de guías de práctica clínica para las enfermedades de mayor interés en salud pública, a través de la metodología definida en la Guía Metodológica para la elaboración de Guías de Práctica Clínica con Evaluación Económica en el Sistema General de Seguridad Social en Salud Colombiano (5). Esta se fundamenta en el sistema GRADE (grado de evaluación, desarrollo y evaluación de recomendaciones). Estos documentos responden a una de las principales estrategias para disminuir la variabilidad en la atención, mejorar la calidad y hacer más racional la prestación de servicios de salud (5).
Dado lo anterior, ha sido interés del Grupo Colombiano de Psoriasis y Artritis Psoriásica (CoLPsor)[1] desarrollar una guía de práctica clínica para el tratamiento de la psoriasis, basada en los lineamientos del MSPS, que aporte a los dermatólogos y reumatólogos un manuscrito que contenga los conceptos actuales en fisiopatología, inmunología y clínica, así como las recomendaciones basadas en la mejor evidencia disponible sobre la terapia tópica y sistémica de la psoriasis, con el fin de garantizar la opción médica más apropiada para cada uno de los pacientes que sufren esta enfermedad.
Referencias
1. Lebwohl M. Psoriasis. Lancet. 2003;361(9364):1197-204.
2. Nestle FO, Kaplan DH, Barker J. Psoriasis. N Engl J Med. 2009;361(5):496-509.
3. González C, Castro L, De La Cruz G, Arenas C, Beltrán A, Santos AM. Caracterización epidemiológica de la psoriasis en el Hospital Militar Central. Rev Asoc Col Dermatol. 2009;17(1):11-7.
4. O’Halloran J, Miller GC, Britt H. Defining chronic conditions for primary care with ICPC-2. Fam Pract. 2004;21(4):381-6.
5. Carrasquilla G, Pulido A, De la Hoz AM, Mieth K, Muñoz Ó, Guerrero R, et al. Guía Metodológica para la elaboración de Guías de Práctica Clínica con Evaluación Económica en el Sistema General de Seguridad Social en Salud Colombiano. 2.a edición. Bogotá: Ministerio de Salud y Protección Social; 2014.
Objetivo. Describir las características epidemiológicas de los pacientes con diagnóstico confirmado de carcinoma escamocelular, atendidos en el Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta.
Materiales y métodos. Es un estudio observacional descriptivo en pacientes con diagnóstico de carcinoma escamocelular cutáneo. Se analizaron los aspectos sociodemográficos, la historia de prácticas relacionadas con exposición a la radiación ultravioleta y los antecedentes.
Resultados. Se estudiaron 166 pacientes. El promedio de edad fue de 71 años, 69% de los casos eran mujeres. Todos los pacientes vivían sobre la cordillera de los Andes con alturas promedio de 2.000 msnm. La actividad laboral al aire libre, principalmente agricultura, fue frecuente en la infancia (59%) y fue disminuyendo gradualmente a lo largo de la vida. El 88% de los casos tuvo, al menos, una quemadura solar en su vida. El 52% de los pacientes se clasificaron como de fototipo II, 34% como de fototipo III y 10% como de fototipo IV.
Conclusiones. El estudio reafirma la importancia de la radiación ultravioleta y la latitud en el desarrollo del cáncer de piel. A diferencia de lo reportado en la literatura anglosajona, este estudio encontró un porcentaje importante de pacientes con fototipos III y IV; asimismo, la importancia de vivir en municipios localizados sobre los 1.000 msnm. Estos datos constituyen una base importante para el estudio de los factores de riesgo para el carcinoma escamocelular en nuestra población y la implementación de medidas efectivas que disminuyan la exposición solar en estos individuos.